lunes, 20 de octubre de 2014

Muñeca rusa

Mis engranajes han ido parando, no quedaba nadie que pudiera rociarlos de aceite. Mis extremidades leprosas se han desprendido, ya no me pertenecen. Estos ojos, que un día me sirvieron para ver los amaneceres, hoy no me muestran más que telarañas y obstáculos. Sujeto mi última y más preciada pertenencia en un puño, para que nadie consiga arrebatármela del pecho.

Soy una muñeca rota, un juguete que ha pasado de muchas manos y que nadie ha tratado con la suficiente delicadeza. Tengo cicatrices donde debería haber sonrisas y caricias, pero sigo viva, por muy suave que lata mi dolido corazón. 

En esta obscura y cavernaria ruta, sin embargo, he encontrado unas manos dispuestas a recomponerme.  Unas manos amigas, que mediante sus remiendos están consiguiendo volver a juntar todas las piezas que he ido perdiendo durante muchos largos años. Al igual que Gepeto, mi familia está tallándome, con la única e importante diferencia de que nunca seré de madera. Han ido barriendo y recogiendo los restos que me caían, y todo sin que me diera cuenta, haciendo acopio de una destreza que los mismísimos ninjas desearían tener. 

No soy más que la primera pieza de una muñeca rusa, endeble y minúscula; pero a pesar de todo, sé que tengo en quien apoyarme. Solo necesito tiempo para poder forjar un fuerte armazón y evolucionar hasta que la matrioska que he empezado a formar sea lo suficientemente grande como para valerse por sí misma y devolver el bastón a quien lo pueda necesitar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario