El suave movimiento de las hojas que cuelgan de un árbol se ve
interrumpido por una racha de viento que lleva por delante unas cuantas ramas.
Una vez despojadas de su hogar, las pobres hojas se ven indefensas ante un
mundo feroz que desea con ansia que se marchiten. Son arrastradas de un sitio
hacia otro, reduciendo poco a poco el pequeño grupo al que pertenecen. Según
van cambiando de tonalidad, pasando de un verde oscuro a un marrón claro, notan
como la vida se les escapa, pero no tienen donde agarrarse para mantener su
último aliento. Ha llegado el otoño, y con él el fin de muchas hojas. La
naturaleza sigue su curso, y así lo debemos hacer nosotros también.
Al igual que la mayoría de las plantas se marchitan cuando hace
frío, el ser humano suele abrir su corazón para estar acompañado durante los
meses más gélidos. El invierno evoca a la soledad, y los que pretenden
escaparse de las garras de ésta, no tienen más remedio que compartirla con otra
persona. Por muy irónico que parezca, la soledad se comparte, ya que es casi
imposible aislarse y rechazar cualquier contacto. Nunca se está solo del todo,
simplemente nos tapamos los ojos con un vendaje imaginario para no poder mirar
a nuestro alrededor.
Pero ya es hora de que saltemos ese obstáculo que nos delimita
en nuestro día a día. La primavera se acerca, y con ella, la fuerza para
resurgir cual ave fénix. Las flores vuelven a cobrar vida, el ambiente se
vitaliza y con ello nosotros también. Libres de cualquier cadena, se nos brinda
la oportunidad de alcanzar el cénit y demostrar que somos más de lo que hemos
demostrado los meses anteriores. Libres, revitalizados y con ganas de dar un
gran salto hacia adelante, afrontaremos el verano. La fortaleza acumulada
durante el resto de las estaciones se apoderará de nuestro cuerpo y nos
impulsará en los futuros proyectos.
Son cuatro las estaciones que tiene el año, pero son cientos los
sentimientos que vivimos en ellas. Muchos de ellos no son muy bienvenidos, pero
he ahí la gracia de la diversidad: cuantas más sensaciones percibamos, más
enriquecedora será nuestra existencia. Se dice que la vida es la mejor maestra
ya que cada experiencia nos ayuda a establecer los cimientos de un ser al que
aspiramos llegar.
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