jueves, 16 de octubre de 2014

Cuatro estaciones

El suave movimiento de las hojas que cuelgan de un árbol se ve interrumpido por una racha de viento que lleva por delante unas cuantas ramas. Una vez despojadas de su hogar, las pobres hojas se ven indefensas ante un mundo feroz que desea con ansia que se marchiten. Son arrastradas de un sitio hacia otro, reduciendo poco a poco el pequeño grupo al que pertenecen. Según van cambiando de tonalidad, pasando de un verde oscuro a un marrón claro, notan como la vida se les escapa, pero no tienen donde agarrarse para mantener su último aliento. Ha llegado el otoño, y con él el fin de muchas hojas. La naturaleza sigue su curso, y así lo debemos hacer nosotros también. 

Al igual que la mayoría de las plantas se marchitan cuando hace frío, el ser humano suele abrir su corazón para estar acompañado durante los meses más gélidos. El invierno evoca a la soledad, y los que pretenden escaparse de las garras de ésta, no tienen más remedio que compartirla con otra persona. Por muy irónico que parezca, la soledad se comparte, ya que es casi imposible aislarse y rechazar cualquier contacto. Nunca se está solo del todo, simplemente nos tapamos los ojos con un vendaje imaginario para no poder mirar a nuestro alrededor. 

Pero ya es hora de que saltemos ese obstáculo que nos delimita en nuestro día a día. La primavera se acerca, y con ella, la fuerza para resurgir cual ave fénix. Las flores vuelven a cobrar vida, el ambiente se vitaliza y con ello nosotros también. Libres de cualquier cadena, se nos brinda la oportunidad de alcanzar el cénit y demostrar que somos más de lo que hemos demostrado los meses anteriores. Libres, revitalizados y con ganas de dar un gran salto hacia adelante, afrontaremos el verano. La fortaleza acumulada durante el resto de las estaciones se apoderará de nuestro cuerpo y nos impulsará en los futuros proyectos. 

Son cuatro las estaciones que tiene el año, pero son cientos los sentimientos que vivimos en ellas. Muchos de ellos no son muy bienvenidos, pero he ahí la gracia de la diversidad: cuantas más sensaciones percibamos, más enriquecedora será nuestra existencia. Se dice que la vida es la mejor maestra ya que cada experiencia nos ayuda a establecer los cimientos de un ser al que aspiramos llegar. 

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