miércoles, 5 de noviembre de 2014

Resurgimiento

Unos van y otros vienen, así es el ciclo de la vida. Por muy duro que se nos haga, hemos de superar el hecho de que pereceremos como si fuéramos hojas marchitas en un gélido día de otoño. Uno a uno todos acabaremos cayendo y ni el dinero ni el físico lo podrán impedir. No somos más que fichas de ajedrez en manos de un jugador novato, porque a fin de cuentas, la vida solo nos brinda una única oportunidad. 

Muchos dirán que es injusto, o simplemente que no nos lo merecemos, pero quisiera saber quién sería capaz de perdurar en el tiempo sin perder la cordura. La experiencia es un arma de doble filo, ya que puede dotarnos tanto de sabiduría como de necedad. Es relativamente fácil olvidarse de la parte ajena y centrarse solo en cada uno, pero eso nos hace todavía más necios, porque ignoramos una de las esencias del ser humano: la necesidad de una manada. Quiera admitirlo o no, existe un punto donde requerimos cierto apoyo, seamos o no lo suficientemente fuertes. 

Aun así, teniendo en cuenta que el fin no justifica los medios, tampoco hemos de abusar de los demás para conseguir nuestros objetivos. Primero, es necesario fortalecernos individualmente para después aprender a nadar en un mar repleto de peces. 


Una vez que sepa cómo manejarme, me soltaré y seré capaz de volar, volar lejos de mi nido. Mis alas se están formando a la par que golpe tras golpe, pierdo las absurdas esperanzas de salvar la parte marchita que llevo dentro. Tengo que dejar que una parte de mi muera para que la otra viva, y así sucesivamente. Porto las cenizas de la persona que antaño fui, y que gracias a ella soy como soy. Arrepentirse es en vano, por lo que intentaré aprovechar la experiencia para llenar mi alma de sabiduría y no de vanas ilusiones. Puede que mi corazón todavía esté roto por la falta de mi antiguo yo, pero sé que la nueva Daughter of Rage no lo defraudará.

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